Mis padres, no se si lo había comentado antes, tienen una casa con algo de terreno. Recuerdo cuando compramos el terreno, lleno de hierba, unos ciruelos, una manguera que lo atravesaba y hasta una paella tirada y semi enterrada.
Mi abuelo, mi padre, mi hermano y yo limpiamos todo aquel terreno y, con los años, fuimos construyendo lo que después ha sido nuestra casa, aunque ahora la denomino «la casa de mis padres», pero de la que me sigo sintiendo parte 😛
El caso, y es adonde iba, es que en la parte posterior de la casa hay un trozo de terreno, donde durante muchos años, sobretodo cuando mi abuelo vivía, plantábamos habas, tomates, pimientos, berenjenas, ajos y cebollas, patatas, una vez zanahorias, maíz y, si no recuerdo mal, calabacines.
Resultaba muy gratificante, si nunca lo habéis hecho es algo que debéis hacer, acercarte al huerto y coger un tomate o unas habas directamente de la mata, olerlo, pasarle un agua y comértelo tan ricamente.
Cuando la mata ha sido plantada y cuidada por uno, sus frutos son toda una delicia al paladar, además de ser toda una experiencia y vivencia el hecho de ver, con tus propios ojos, de donde salen los alimentos y, con tus propias manos y sudor, cuanto cuesta conseguirlos.
Este pasado sábado, ayer, Tania y yo fuimos al mercado, compramos plantel: 15 cebollas, 10 matas de tomate y 10 matas de pimientos. Mi padre y yo rompimos la tierra con la azada, la rastrillamos convenientemente, hicimos unos 4 surcos, plantamos los tomates, los pimientos y las cebollas, lo regamos y voilà … llenamos de vida aquel trozo de tierra.
Fue un grato momento, y aunque lo hicimos bajo un sol de justicia, con un calor increíble, lo que produjo además algunas ampollas en las manos y una quemadura del sol «rojo-camarón» en la espalda… fueron unas horas memorables. Recordamos los viejos, bueno no tan viejos, momentos en que plantábamos, igual que ayer, cuando recogíamos, cuando mi abuelo y padre de mi padre, nos enseñaba esto o aquello… recuerdos de niñez – adolescencia que para mi han sido y son todo un tesoro.
He cavado, he rastrillado, he limpiado de hierba, he sulfatado, he regado, he colocado cañas, he atado y espurgado las plantas, he visto como crecían y florecían, he recogido su fruto y las he visto convertirse, una vez más, en tierra y alimento para las venideras… experiencias que ya pronto podré compartir con mi padre y su niet@, y es que una vez más, la vida es cíclica, se repite, pero los actores son diferentes, así como el tiempo en que sucede la acción, lo importante… disfrutarlo, memorizarlo, porque en el futuro, esos recuerdos, todas las memorias gratas, son tesoros imperecederos.
Buena recolección a tod@s…
Tania
1 julio 2008 at 15:43
Madre mia! 4 generaciones sembraran, cuidaran, cosecharan y comeran de los frutos de esas tierras. Que lindo momento cuando tú, tu padre y cosit@ participen de ellos.
Aunque recuerda ponerte crema o la camiseta la próxima vez, que ya no quiero una gambita frita.
Esther
1 julio 2008 at 9:12
Lindo momento, me recordó lo que dijiste a una frase «Vive una buena y honorable vida, cuando seas viejo y la recuerdes tendrás la oportunidad de vivirla otra vez» 🙂 cuanto sentido puede llegar a tener …
Paco (padre)
29 junio 2008 at 11:53
A mi también me trajo muchisimos recuerdos, sobretodo, recordé , una vez mas, y són muchas al cabo del dia, a mi padre. Es verdad que la acción de tomar algo de la mata que has sudado, trabajado, y visto crecer; es placentero. Pero lo más importante para mi es el trabajo conjunto, antes con mi padre e hijos; y éste sábado con mi hijo. Cuánto aprendemos los unos de los otros . Para mi fué un día muy feliz; recordando tiempos pasados y viendo la ilusión de mi hijo, así cómo aprendiendo parta transmitir a su hij@ los conocimientos, pocos o muchos, que seamos capaces de transmitirnois