Creaciones

El desvencijado puente

No sabía exactamente cómo había llegado allí. Había invertido mucho tiempo, meses, años, una vida… El lugar era oscuro e inhospitalario. Sentía la humedad del ambiente dentro de sus huesos. Un precipicio delante suyo, el final de la pequeña cornisa donde se hallaba. La niebla impedia toda posibilidad de atisbar que había delante, la oscuridad lo invadía todo a su espalda. Miles de preguntas rodaban en su cabeza y no hallaba ninguna respuesta. Se sentía confuso, se sentía… perdido.

Pasó un tiempo hasta que empezó a explorarlo que le rodeaba. Tenia que haber alguna forma de seguir, de avanzar, no todo podía acabar allí. Y encontró dos grandes pilares de madera.

Eran el inicio de un devencijado puente colgante. Dos gruesas cuerdas partian de los pilares a modo de pasamanos. Dos más sujetaban unos viejos listones de madera. La humedad y el tiempo, siempre el tiempo, habían mal herido el maltrecho puente. Habia musgo sobre el pasamanos, que en otra vida había imbuido seguridad a la estructura, pero que ahora evidenciaba el estado general de la misma. La madera estaba podrida aquí y allá, algunos de los listones ya habían caído al vacío. Un vacío tenebroso e infinito. No podía discernir dónde acababa este, que era lo que había al final de aquella caída.

No sabía cuánto más podría resistir el puente. Sólo pensar en caer a ese vacío desconocido le hizo sentir vértigo. Toda una vida para hallarse en aquella cornisa. No era momento de rendirse, ni de tirar la toalla. Tenía que moverse, tenía que actuar, la oscuridad avanzaba inexorablemente.

Sacó fuerzas de donde no conocía y se dispuso a dar el primer paso. Pero ese primer paso es el que más cuesta. Dejar lo conocido, lo que te ha acompañado siempre, lo que te ha hecho feliz. Ese primer paso es como saltar a un abismo. ¿Qué encontrarás?

Cerró los ojos y dió el primer paso. Miedo, miedo y más miedo. Tenía más miedo del que nunca había tenido. Quería llegar al otro extremo del puente, no veía su destino, pero quería escapar de la oscuridad. El puente se tambaleaba mucho. Un traspiés y la nada lo engulliria.

A la mitad del recorrido del puente, el viento aumentó su fuerza. Se cogió lo más fuerte que pudo del pasamanos, levantó la vista. No quería mirar hacía abajo. El vacio lo observaba con unos húmedos ojos como queriendo atraerle… pero él resistia… En ese instante una gran sacudida le paralizó.

Miró hacía atrás y vió como una de las grandes cuerdas se estaba deshilachando. No aguantaría su peso y acabaría cediendo. Miró la mochila que llevaba con él, demasiadas cosas, demasiado peso, demasiados recuerdos. Empezó vaciar su mochila, primero seleccionando, intentando recordar porqué había guardado aquello o aquello otro. Pero a medida que la cuerda iba cediendo, decidió tirar más y más… Tenía mucho miedo, el mismo que tienes cuando pierdes algo que te importa de verdad.

Miró hacia adelante, a la niebla… ¿Cuanto quedaba para llegar al final? ¿Podría correr lo suficiente antes de que el puente cayera al vacío con él encima? No podía permitirlo… lo que había dejado en su mochila ahora era muy valioso, demasiado para perderlo. Debía ponerlo a salvo.

Como empujado por una mano invisible fué avanzando paso a paso, poco a poco, vigilando no hacer demasiada fuerza en la deshilachada cuerda. De repente esta se rompió, sucumbió y saltó… el puente se inclinó hacía el costado y apenas tuvo tiempo de asirse fuertemente al otro pasamanos.

Se irguió y apoyó sobre el que ahora era el único punto que le podría dar seguridad… comenzó de nuevo a caminar, mirando al frente, olvidándose de la oscuridad, del vacío… eran sólo el preciado contenido de su mochila y él. Avanzó, poco a poco, hacia la niebla…

De pronto, por primera vez desde que dió aquel primer paso, empapado de miedo, de recuerdos, de inseguridad, de peligro, vió el final del puente colgante. Se apresuró para completar la distancia que lo separaba, sintió como la soga que mantenía asida se estaba rompiendo también. ¡Noooooo!

Extendió un brazo en el mismo momento que el pasamanos cedía, que el puente caía, que el vació lo esperaba sin solución de continuidad. Una mano extendida hacia el lugar donde no llegaría…. ¡el fín!

Epílogo

Cuando todo está perdido, cuando la oscuridad te alcanza, cuando el vacío te reclama… cuando has dejado ir todo lo que conocías, por lo que vivías… cuando sólo tienes lo necesario, aquello que es lo más valioso para ti… entonces descubres la verdad.

Y sintió como otra mano se asía a la suya, evitando así que cayera con los listones de madera que se habían perdido en lo desconocido. Y después sintió otra mano, y una más, y otra que le cogió del otro brazo, del hombro, de la cintura… veía como muchos de sus amigos y conocidos todavía estaban aguantando los extremos de las cuerdas que se habían roto, cómo tiraban de los pilares de madera donde se había suspendido el puente… Y vió que toda aquella gente estaba allí para salvarlo, para ayudarlo, para recibirlo…

Y así, llegó al otro lado… y comenzó de nuevo…

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One Comment


  1. Francesco

    28 enero 2020 at 13:45

    Bellisimo, agridulce y intenso.
    Se me ha puesto la carne de gallina.

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