Ella
Desde que era pequeña, hoy hace más de cuarenta años, llevaba siempre consigo un viejo cuaderno de notas. Uno de esos pequeños, hecho a mano, de tapa verde, con una tira de cuero que permite mantenerlo cerrado, ya desgastado por el trajín. Jamás se separaba de él.
Un día, le pregunté que guardaba allí tan celosamente. Ella me enseño las primeras páginas.
Hace tiempo que… no comemos un collar hecho de chuches.
Hace tiempo que… no saltamos en un charco sin zapatillas.
Hace tiempo que… no acampamos en la montaña.
Apuntaba los recuerdos que la asaltaban, las memorias que le venían a la cabeza. Aquellas cosas que hace tiempo que no hacemos.
Me contó que fue su padre quién le invitó a crear aquella lista, para así tenerlos presentes. Para, en cualquier momento, tacharlos de la libreta haciéndolos realidad.
Y sin mediar más palabra, se acercó a una tienda cercana y, al salir, me ofreció algo de lo que había comprado. En cuanto acepté uno de los collares de caramelo, tachó de su lista una de aquellas líneas.
Yo
Ya casi no recordaba aquella lista. Pese a que siempre me acompañaba y en la que seguía tomando nota de mis alocadas ideas, había olvidado el motivo por el cual lo comencé.
Mi padre no tuvo que insistir, me pareció una idea genial, apuntar aquello que nos venia en gana, todo aquello que nos apetecía y que, en ese momento, no podíamos hacer realidad.
Casi cuarenta años después, aquel bloc estaba muy lleno, en los últimos diez había recibido muchos deseos incompletos, muchos «hace tiempo que…»
Hasta que aquel día escribí el que sería el último.
Hace tiempo que… no soy feliz.
Ella
Se comportaba de forma extraña, había dejado su trabajo, aquel por el que tanto había luchado. Atrás quedaban los años de estudio, las oposiciones, las prácticas, las interminables jornadas… Todo, lo dejo todo…
Yo
Me había propuesto revisar mi diario, recuperar mis ideas, mis deseos pasados y… hacerlos realidad.
Los primeros fueron fáciles, escritos hace mucho tiempo, sueños de infancia: unas chuches, un paseo sin zapatos en un día lluvioso, una tienda de campaña en la montaña…
Pero a medida que avanzaba en aquella lista, estos eran cada vez más complejos, difíciles… o tal vez no…
Ella
Sus excentricidades iban en aumento. Se pintaba el pelo de colores extraños, se disfrazaba de princesa y de pirata, buscaba un cine donde proyectaran Frozen, se calzó los patines de nuevo, comió con las manos un plato de espagueti…
Salía a bailar hasta las tantas, al día siguiente se despedía a caminar por la montaña, a pasear por la playa, o admirar, durante horas, la forma de las nubes, tumbada en un prado.
Yo
Volví a reunirme con la familia, hacia mucho que no estaba con ellos, alrededor de una mesa. Recordando tiempos pasados, poniéndonos al día del presente. El futuro no importa cuando estas en casa.
Comencé a trabajar en lo que me apasionaba, en lo que me hacía disfrutar como ya no recordaba.
Volví a enamorarme, no de quién todos esperaban, sino que quién me hizo volver a volar. De quién me enseño el mundo de nuevo. De quién me devolvió el sentido de la palabra amor.
Ella
Pese a todas estas locuras, parecía estar bien. Volvía a tener esa energía que la había caracterizado, ese brillo en los ojos, azules e infinitos. No paraba ni un segundo, contagiando a todo aquel que estaba a su lado, aquellas ganas de vivir.
Y no olvidaré el día en que volvió a sonreír…
Yo
Y entonces taché el último de los «hace tiempo que…».
No he vuelto a apuntar nada más en aquella lista.
Soy feliz!