He ido a ver con mi padre, mi hermana Montse y Tania la obra de Pepe Rubianes Lorca eran todos.
Vuelvo del teatro con Lorca en el pensamiento, con varias imágenes que me insinúa la obra. Como la de Isabel García Lorca, su hermana, descolgando un teléfono negro para escuchar una voz que susurra: «Lo que dicen es cierto, Federico García Lorca está muerto». Isabel se queda blanca, muda, incapaz de reaccionar. Con la espalda contra la pared se deja resbalar hasta el suelo. Sus huesos se convierten en gelatina y cae irremediablemente al suelo. Su hermano está muerto, unos fascistas ávidos de poder lo han matado. Y el odio, y la rabia y la pena no encuentran lugar.
La muerte de Lorca, y también la obra presentada, es un juego de cajas chinas que esconde mil y una historias en su interior, «Cada cual cuenta su historia». La de Luis Rosales, el amigo que lo escondió y cuya se vida se tiñó con la sospecha de la traición. La de Emilia Llanos, su buena amiga, que murió con el nombre del poeta en los labios. La de Ramón Ruiz Alonso: ¿un criminal? ¿actuó por iniciativa propia? El cerdo de Queipo del Llano, la mano tendida de Margarita Xirgu para alejarse de España…
La muerte viste de negro y baila flamenco mientras requiebra al poeta. El miedo asola a Lorca, lo avasalla, pero pese a todo, su luz no desaparece. ¡Miedo!
La muerte… ¡Ay!… En cada cosa hay una insinuación de muerte. La quietud, el silencio, la serenidad, son aprendizajes. La muerte está en todas partes. Es la dominadora. Hay una insinuación de muerte en los ratos que estamos quietos. Cuando estamos en una reunión, hablando serenamente, mirad a los botines de los presentes. Los veréis quietos, horriblemente quietos. Son piezas sin gestos, mudas y sombrías, que en esos momentos no sirven para nada, están comenzando a morir… Los botines, los pies, cuando están quietos tienen un obsesionante aspecto de muerte. Al ver unos pies quietos, con esa quietud trágica que solamente los pies saben adquirir, uno piensa: diez, veinte, cuarenta años más, y su quietud será absoluta. Tal vez unos minutos. Quizá una hora. La muerte está en ellos.
Lorca fue asesinado durante la guerra. La guerra convirtió a muchos vecinos y familiares en animales. Mataron un hombre inocente. Mataron miles de ellos. Y Lorca eran todos.
Montse
11 septiembre 2007 at 18:16
Lo que me impresionó bastante fué la muerte bailando con Lorca…El flamenco…la guitarra…La canción de Estrella Morente al final de la obra…
Estupenda! Muy recomendable!
Quien pueda que no se la pierda…