Me encanta el deporte, creo que es una de las mejores actividades que existen. Me gustan mucho los deportes de equipo: el fútbol, el baloncesto, el voley… De hecho los dos primeros los practico con asiduidad una vez a la semana y el tercero sólo en verano, en la playa.
Pese a ese gusto por el deporte, no soy un gran espectador. Me aburre visionar un partido de lo que sea, a excepción de las finales o partidos, digamos que, «importantes». Supongo que lo que me llama la atención del deporte es formar parte activa del mismo.
Sin embargo hoy, mi padre y mi hermana menor, Laura, ambos socios del RCD Espanyol me invitaron al campo a ver un Espanyol – Mallorca.
No recuerdo la última vez que fui a un partido de fútbol de primera, creo que fue con mi padre cuando no contaba mas de 12 años, quizás fue con 10. Desde entonces no he pisado un estadio de fútbol.
No voy a hacer la crónica del partido, aunque apuntaré que después de mucho sufrir el equipo de casa ganó 3 – 1, porque no es lo que mas me ha gustado del mismo. Ha sido la afición, esos gritos y cánticos incesantes, incluso cuando llovía intensamente y todos los espectadores nos mojábamos.. Incluso entonces se oían coros y canciones a favor del equipo de casa.
Me asombra como el fútbol puede tener una legión de seguidores tan y tan importante, mayor al de los partidos políticos, o incluso a algunas religiones. Como estas entidades, empresas al fin y al cabo, se visten con unos determinados colores y sentimientos, recibiendo así el apoyo de enormes aficiones.
Sin duda es ese sentimiento lo que sorprende cuando uno asiste a un partido. Ya sea del equipo más pequeño o del mas grande que uno se pueda imaginar. Ese sentimiento es el mismo, el que hace que mi padre y mi hermana vayan cada fin de semana al campo. El que hace que el fútbol sea un deporte mundial.
La fuerza de un sentimiento… ¿quién dice que los sentimientos han sido olvidados? Siguen vivos, y si tomamos esto como ejemplo… podemos concluir que los sentimientos tienen todavía una gran fuerza. ¡Sigamos sintiendo! Algún día encontraremos la forma de dirigir todas nuestras forma de sentir en pro de un mundo mejor.
Laura
19 febrero 2007 at 10:36
Hem quedo amb la teva paraula Francesc…t’estem tornant perico…jo també vaig comení§ar com tú…i mira’m ara…perica perduda! Així que et veig estudiant l’himne de l’Espanyol (amb una lletra preciosa, per cert…) VISCA L’ESPANYOL I VISCA ELS PERICOS! la teva germana perica…
Albert estic ben d’acord amb el que dius, es emocionant veure com tot el camp desitjem el mateix…que guanyi el nostre equip…i t’ho dic des del punt de vista de una perica «novata», porto pocs mesos anant al camp i visquent aquest sentiment
Pakus
19 febrero 2007 at 9:40
Hola Albert,
Jo crec que si que te molt a veure. Com he dit no son un «apassionat» de cap equip. Potser m’identifico amb el Barí§a, sense saber gaire perquí¨, perí² a Montjuí¯c vaig cridar, vaig animar i vaig gaudir com un perico més.
Em va agradar molt estar envoltant de gent que sabia que era molt probable que el partit, amb un 1 – 1 a la mitja part, acabés perdut, perí² que no per aixó va deixar de cridar. Sobretot la «corba».
M’agraden els equips petits i crec que anar al camp m’estí tornant una mica blanc i blau. Serí cosa del meu pare?
Albert
19 febrero 2007 at 0:40
Tu mateix ho dius. Així² de ser pericu és la Forí§a d’un Sentiment. Cada diumenge faig dos hores i mitja de bus des de l’Empordí per anar a Montjuic. Moltes vegades el joc de l’Espanyol no s’ho mereix perí² viure aquest sentiment que portem a dins al costat d’altra gent que també senten el mateix que tu, és lo millor. Anar a Montjuic o a grans partits (finals de copa, desplaí§aments UEFA, desplaí§aments lliga) et fa veure que no estem sols en aquest mí²n. Potser el que dic no té massa a veure amb el que tu comentes en el blog, perí² he volgut deixar aquest petit comentari perque jo aquesta tarda també era a Montjuic mullant-me. Salut i Espanyol.