Hacia tiempo que Alaric había sobrepasado la edad en que el cuerpo empieza a decaer. En una vida anterior sus sueños de ser mago fueron truncados por la llegada de la guerra. Antes, en sus días de juventud, Alaric había soñado con una carrera mágica llena de deslumbrantes trucos y reconocimiento mundial. Sin embargo, las circunstancias de la guerra le arrebataron esa posibilidad.
No puedes domar el espíritu de alguien que tiene magia corriendo en sus venas.
Autor desconocido
Aunque las bombas y la destrucción arrasaron con muchos aspectos de su vida, Alaric decidió que su magia aún tenía un propósito: traer alegría a los corazones que más lo necesitaban. Con el tiempo, se convirtió en una figura querida en su pequeño pueblo, aunque sus sueños ya no tenían el brillo de antaño, sus trucos siguieron arrebatando sonrisas.
Sin embargo, hacía ya varios años en los que Alaric había comenzado a perder la confianza en su propia magia. La edad, o tal vez el mundo que le rodeaba, se apoderó de él, y los trucos que alguna vez asombraron a los que le rodeaban ahora parecían desvanecerse en la realidad gris de la vida cotidiana.
Un día, mientras paseaba por el parque, se sentó en un banco y contempló con tristeza su viejo bastón mágico, el cual ya no respondía a sus órdenes de la misma manera. «Quizás la magia ha abandonado este mundo, o tal vez sea yo quien ha perdido la chispa», murmuró para sí mismo. La tristeza se reflejaba en sus ojos, y la desconfianza en su propia habilidad se apoderaba de su corazón.
En ese momento, una voz suave y familiar resonó en su mente. Eran recuerdos, fragmentos de momentos felices que había compartido con aquellos a quienes había tocado con su magia invisible. Recordó las risas de los niños, las miradas de gratitud de los padres y la cálida sensación de haber hecho una diferencia en sus vidas. Atravesó aquella puerta abierta al pasado y recorrió la galería de recuerdos felices.
Y aquel 28 de Enero, cuando pleno aniversario de su nacimiento, con una chispa de nostalgia en sus ojos, Alaric decidió regresar a casa. Cruzó la puerta y se encontró frente a la mujer que durante más de media vida había estado a su lado. Una sonrisa jugaba en sus labios mientras lo felicitaba por su cumpleaños. Sus hijas también estaban allí, irradiando luz y alegría, como siempre lo habían hecho.
Alaric se sumió en la calidez de su hogar, pero al girar la mirada hacia la puerta que había tras ellas, vio cómo esta se abría de par en par. En ese umbral, aparecieron muchos de sus viejos amigos, aquellos con los que había compartido tantos momentos a lo largo de los años. La sorpresa y la alegría llenaron la habitación mientras los amigos lo rodeaban, expresando su gratitud y compartiendo historias de cómo sus vidas estaban llenas de huellas compartidas.
Alaric se dio cuenta de que la magia verdadera no se desvanecía con la edad ni perdía su esplendor. La magia estaba en los lazos que había creado, en las sonrisas que había compartido y en los corazones que había tocado. A través de la puerta de sus recuerdos, Alaric encontró la evidencia de que, aunque su magia podía haber cambiado con el tiempo, seguía siendo tan poderosa como siempre: una magia invisible que había tejido felicidad en la vida de aquellos que le rodeaban.