Se trata de una etapa corta, de tan sólo 21 kilómetros. Así que tras dejar el Albergue y desayunar en unos de los bares del pueblo… a recordar la música de fondo del bar, entonada por 3 ébrios lugareños y que nos acompañó todo el camino…
«Rubia de bote, ….. negrote»
Caminamos entre campos de trigo, sin apenas asfalto, a buen ritmo hasta llegar a Azofra donde comímos unos huevos con jamón para continuar hasta Cirinuela, cerveza, y llegar por fín a la impresionante Santo Domingo de la Calzada, donde la gallina cantó después de asada.
Una familia alemana que caminaba hacia Compostela. Al pasar por Santo Domingo se alojaron en un mesón donde la moza de la casa sintió una fuerte atracción por el hijo de la familia y se lo hizo saber. Pero el joven resistió los avances de la moza y ésta, humillada y rencorosa, escondió un vaso de plata en el zurrón del peregrino. En cuanto salieron los peregrinos a continuar su camino, ella le acusó de haberle robado el vaso.
Los oficiales de la ciudad prendieron y ahorcaron al romero. Los tristes padres siguieron su romería y, de regreso de Compostela, descubrieron que su hijo seguía vivo en la horca, milagrosamente sostenido y protegido por Santo Domingo. Fueron a decírselo al juez del pueblo, que en aquel momento estaba en la mesa a punto de comer un plato de pollo. Al oír lo que le afirmaban los padres, replicó con ironía: "Esta historia es tan verdadera como que este gallo y esta gallina van a levantarse del plato y cantar." Así lo hicieron las aves, ante el asombro de todos.
La entrada a la ciudad es algo fea, sin embargo, el casco urbano es alucinante, peatonal y lleno de edificios emblemáticos. No en vano, esta es una de las ciudades del camino, Santo Domingo de la Calzada, trabajó para recuperar algunos de los tramos que los peregrinos usaban en su deambular hasta Santiago. Fue el creador del puente que se encuentra a la salida de la ciudad, sobre el río Oja.
Para comer, el bar Tu y yo, cuya camarera rumanesa nos deseó Buen Camino en su idioma, Drum Bun. Mas tarde fuímos al Rio, curioso bar de pueblo, con ese aire cañí, fotos de toreros, Ben-Hur en la televisión a todo volumen, mujeres, muchas, jugando a las cartas y pacharanes…
El camarero, con el que a la fuerza amistamos, nos invitó a un pacharán especial casero de 15 años… como digo curioso lugar.
A la hora de dormir, no había camas para nadie, así que lo hicimos sobre colchones en el suelo. He ahí la tercera prueba del camino. Y nuestra segunda etapa superada.
Recuento de ampollas: Tania, Aranza, Eli y Albert.