Creaciones

Gracias por este año maravilloso

Hace mucho tiempo, más del que yo he vivido, llegó a Piera el último de los Alquimistas. Era un hombre viejo, encorvado, con una larga barba blanca, vestido con una bata de color azul y un alto y puntiagudo gorro como el que llevan todos los sabios. Vivía sólo en una torre cerca de la iglesia de Santa Maria.  Nadie sabia que edad tenia y ya nadie osaba preguntárselo. Los últimos en hacerlo fueron dos jóvenes que quisieron ser aprendices en su laboratorio:

¿Que que edad tengo? -repitió el viejo – Pues la verdad es que no lo sé con exactitud. Ayer, cuando era niño, viví entre dragones que protegían altas torres de castillos, donde princesas esperaban pacientemente a apuestos y valientes caballeros para que las liberasen. Busqué un ave de color azul que según me contaron era la felicidad misma, vivía tras del horizonte. Dediqué toda mi juventud a su búsqueda y no lo encontré. Cuando me di cuenta, había perdido la ingenuidad que era necesaria para encontrarla. Años después, quizás un poco más viejo de lo que soy ahora, los dragones habían desaparecido y comencé a buscar otro pájaro, uno de color rojo y naranja, que según he soñado es la felicidad misma. Y mañana, quizás cuando ya la haya encontrado, seré tan viejo como la primera de las estrellas que aparecerá esta noche en el cielo.

Los jóvenes se miraron uno al otro, esta respuesta era más propia de un loco que de un sabio. Nadie jamás volvió a preguntarle su edad, ni tampoco aquellos dos chicos volvieron por la cabaña del Alquimista. Hasta hoy.

Hoy mi madre me ha pedido que fuera a la torre del sabio. Debía barrer y ordenar el laboratorio. Vive en una alta torre, cubierta completamente por una enredadera, ventanas altas y estrechas dejan entrar algo de luz al interior y la puerta de madera está siempre abierta. Sigue vistiendo la misma bata y el mismo gorro, sigue con su larga barba blanca y el pelo ya se ha retirado de su cabeza.

El laboratorio es un lugar misterioso, desordenado y algo caótico. Según mi madre, este sabio, como otros muchos, se dedican a la búsqueda de la Piedra Filosofal, de ese elemento que contiene en si el resto de los elementos, de ese material del que están hechos los sueños, la ilusión y la felicidad propiamente dicha. Es una búsqueda que a veces se detiene, cuando algún hombre asegura haberla encontrado. Entonces las autoridades se encargan de demostrar lo contrario y, como pago a tan inusitado atrevimiento, un verdugo corta la cabeza al supuesto descubridor. Esto hace que sean pocos los que se atreven a sacar a la luz sus descubrimientos.

Me he presentado ante el hombre, le he dicho que hoy seria yo quién le asistiera, ya que mi madre no podía.

Muchacha, hay mucho que hacer. Hoy es el último día del año y el trabajo esta muy atrasado – ha dicho el sabio.

De acuerdo señor…. – he dudado, ya que no recordaba su nombre.

Santiago, llámame Santiago – me ha dicho mientras yo sonreía, perpleja por todo lo que me rodeaba.

Después Santiago se ha puesto a rebuscar en un baúl que tenia a los pies de la cama. Yo he cogido la escoba y he empezado a barrer cerca de la chimenea, donde el suelo todavía podía verse. Durante horas he estado limpiando, ordenando, recogiendo cachivaches desconocidos y colocándolos en estanterías, baúles y cestos diseminados por toda la sala.

Mientras Santiago ha estado en su mesa, escribiendo algunas frases en trozos de papel que luego metía en sobres y los depositaba encima de la mesa, en una pila muy alta.

¿Que es lo que escribe señor Santiago? – he preguntado.

Desde que hay estrellas en el cielo, los hombres buscamos la felicidad. Yo mismo la he buscado por muchos lugares y de muchas formas diferentes. Hay hombres que creen que está en la riqueza, o en el éxito. Otros intentan pasar de puntillas por esta vida, entendiendo que así serán dichosos. Los hay que disfrutan en sufrir, cada día un poco más, dando por supuesto que la felicidad les espera en el más allá. Todos miramos hacia otro lado cuando lo que vemos no nos aporta a sentirnos mejor. Guardamos nuestros sentimientos y lo que somos bajos disfraces y máscaras. Hacemos promesas, creamos ilusiones, soñamos, pero muchas veces no estamos dispuestos a seguir esos caminos. Luego, cobardes, los enterramos, los olvidamos y cogemos otros que son más fáciles, más seguros. – miraba por la ventana, al infinito, como si ya no estuviera allí – Pero en estos años de búsqueda, de descubrimientos, he aprendido que son las relaciones entre los que nos rodean lo que crea ese elemento que da lugar a la felicidad. Es el amor, y sólo eso, la argamasa que une los ladrillos con los que edificamos nuestra vida.

Entonces se ha levantado, se ha acercado a mi  y me ha dado uno de aquellos sobres que estaba escribiendo. Me ha pedido que antes de irme encendiera la chimenea y ha salido por la puerta, mirando todavía al infinito. Al abrir esa carta, sólo pude leer:

«Muchas gracias por este año maravilloso. Gracias porque tú lo has hecho posible»

Entonces he entendido que aquel sabio ha encontrado la Piedra Filosofal, que esta se haya muy cerca nuestro, que nos acompaña cada día. Que a veces es fácil encontrarla, reímos y nos divertimos, pero otras veces esta muy escondida, lloramos y sufrimos. Pero siempre está alrededor nuestro. Siempre amamos y somos queridos, amigos, hermanos, padres, parejas, hijos… es todo lo que necesitamos. Es lo que nos hace ser lo que somos. Esta ha sido la lección más grande que jamás nadie me haya mostrado. Y por todo ello estoy agradecida, por todo ello os digo a tod@s: «Muchas gracias por este año maravilloso. Tú lo has hecho posible.»

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